En introducción a la sociología nos dijeron que debemos llevar una bitácora, un diario de viaje en el que anotemos todas nuestras observaciones acerca d elo que ocurra al rededor. Un buen compañero comenzó a escribirla en un blog, idea que procedo a robar en este momento. Tengo la dioea de que la bitácora es sólo una observación, por lo que evitaré poner MUCHAS opiniones.
Lunes, estación U.L.A., 9:50 de la mañana. El andén y los carros del metro iban bastante llenos, la gente salía apurada de sus casas con el retraso de esos "cinco minutitos más" que terminan siendo quince agradables minutos más en la cama despertando. Entre los usuarios del metro, junto a mí estaba una señora de edad, portaba alrededor unos cincuenta o sesenta años. Ella iba acompañada de un niño que perfectamente podría haber sido su hijo, sobrino, nieto o pupilo. Era un niño pequeño de aproximadamente unos cinco años. La mujer estaba obligando al niño a pasar por debajo de las barras del metro (las que te dejan pasar al andén cuando marcas la tarjeta) ya que un niño de su edad no pagaba pasaje. Él no comprendía esto y no "atinaba", por lo que ella lo tomó de un hombro, lo zamarreó y lo lanzó hacia el suelo. El niño se golpeó la cabeza con uno de los fierros y cayó llorando, lo que fue reprimido por varios retos de la mujer, que ya cruzaba y lo tomaba de la mano para seguir su viaje. Al parecer fui el único en notarlo, todos iban tan sumidos en su rutina que no repararon en el abuso cometido esa mañana.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario